...Érase una vez un Huerto habitado, un rincón entrañable al que todos nos gustaría acudir en algún momento para refugiarnos y deleitarnos en armonia de ese contacto con el sol, las plantas y la vida que rodea a todo espacio natural mágico.
Mi primer contacto con un Huerto habitado fue hace años, en mi infancia, en el Huerto de mi abuelo, donde pasaba tardes de domingo descubriendo sus mil y un recovecos, con su barraca destartalada, el gallinero, el gigantesco olmo del barranco, la riera… Territorio salvaje y siempre inabarcable para mí, a la caza de lagartijas, caracoles y todo bicho viviente que se cruzara conmigo, sin duda este era un lugar con alma. Más mágico si cabe al recordarlo con la distancia ya que este lugar, como tantos otros, sucumbió a la modernidad de la Barcelona Olímpica del 92, y se urbanizó en lo que hoy dia sería el parque de Can Rigal a camino entre Hospitalet y Les Corts.
Huerto urbanos en Barcelona donde antaño se levantaba el huerto de mi abuelo
No muchos años más tarde, y en una zona agrícola residual cercana a can Rigal, realicé mi primer huerto con unos compañeros de aventuras, teníamos 14 años y fueron unos años muy chulos de descubrimiento. Fue mi primera experiencia hortelana, aprendiendo a trabajar la tierra, descubrí las técnicas elementales de cultivo de hortalizas, el contacto con la naturaleza cercana y sobretodo, a entender el huerto como un espacio de creación personal en el que uno puede aprender a modificar el espacio que le rodea para reconfortarse y reconfortar a áquellos que visitan ese lugar. Sin recursos económicos para comprar materiales el ingenio era lo que valía y no se nos caían los anillos recorriendonos el mundo en busca de cualquier elemento que necesitáramos. Con la ayuda de mi padre, mi siempre compañero de vivencias, modernizamos el huerto y lo dotamos de barraca con vigas de acero, balsa de hormigón armado y se convirtió en un “huerto de lujo” comparado con lo cutre de los huertos vecinos. Con el tiempo, aquel espacio se fue convirtiendo en un punto de encuentro de adolescentes sin rumbo y juergas de fin de semana y la magia del lugar se desvaneció tal y como llegó, suponiendo el abandono del huerto y el fin de la experiencia.
Sin embargo, el aprendizaje de aquellos años me permitió iniciar un nuevo proyecto cuando mis padres se mudaron a una nueva casa y pude volver a tener huerto, hecho que me permitió continuar profundizando en la experiencia hortelana tal y como la entiendo hoy en día: como un proceso de continua experimentación y aprendizaje del medio que nos rodea, con el objetivo último de sentir cerca de cada uno de nosotros el pulso real de la naturaleza, del ritmo de las estaciones, del sol, de las nubes y la lluvia que moja la tierra… En definitiva, la experiencia hortelana nos permite vibrar con el mundo natural que nos envuelve y nos habla de cultura y tradición, permitiendonos percibir la esencia de las cosas simples y auténticas que nos conectan con una forma de vida profunda y real que en el “mundo civilizado” se pierde a marchas forzadas. Thoreau no lo pudo expresar mejor:"Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida...para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido".
Primer de huerto en casa, sistema de bancales tradicionales.
El Huerto habitado: "parades en crestall".
El Huerto habitado:Pequeños habitantes.
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